Ecología
* En Chiriboga la limpieza sigue, los afectados
dicen que no han recibido la indemnización En
tres años hubo 14 derrames de petróleo
Hasta
el momento se han pagado 430 mil dólares por los
trabajos de remediación ambiental. Pese al
tiempo transcurrido el olor a crudo aún es
penetrante.
Hoy se
cumple un año, un mes y diez días del derrame
de petróleo ocasionado por la ruptura del
oleoducto en Chiriboga, en la antigua vía a
Santo Domingo.
En este
desastre ambiental se vertieron a los ríos
Guajalito y Saloya 21 000 barriles de crudo, según
la Unidad de Protección Ambiental de
Petroecuador.
Los
trabajos de remediación continúan en la zona. A
pesar del tiempo transcurrido y las lluvias, un
olor penetrante, característico del crudo, se
percibe en el lugar. Una cuadrilla de seis
trabajadores limpia la cuneta del camino con agua
a presión.
En la
quebrada conocida como Las Lagunas se
construyeron cuatro diques de tierra y madera
para represar el lodo del pantano que aún
contiene crudo. Al caminar por el cauce del agua
es fácil comprobar cómo los rezagos del
hidrocarburo aún afloran, son semejantes a natas
de leche pero negras.
Orlando
Vásquez, propietario del terreno, señaló que
hace un mes se rompió el dique anterior y que
solo es cuestión de esperar una lluvia fuerte
para que se rompa otra vez, liberando el del
crudo hacia el río.
Según Vásquez,
la limpieza, en ciertos sectores, se limita a
cubrir con tierra las manchas derramadas en el
suelo. "Solo hay que levantar las piedras
para encontrar restos de petróleo". En una
fosa, a un costado del oleoducto, se observa cómo
el crudo se filtra lentamente entre las capas de
tierra.
Carmen
Mueses, vocera del Proyecto Chiriboga, cuestiona
la demora en las labores de limpieza. "Primero
trabajaron tres meses, luego suspendieron la obra
y ante nuestras quejas reanudaron los trabajos.
Desde hace nueve meses están limpiando el cinco
por ciento del derrame, pues este es el
porcentaje que, según Petroecuador, falta por
concluir.
Iván
Narváez, jefe de la Unidad de Protección
Ambiental de Petroecuador (UPA), explicó que la
remediación es un proceso largo. "En otros
derrames como el que se produjo hace un año en
Esmeraldas trabajamos por dos años y aún no
terminamos".
Según
él, se recuperó el 10 por ciento del crudo
derramado. "No existe tecnología en ninguna
parte del mundo para frenar estos derrames de
estribaciones de cordillera por la irregular
orografía".
Gonzalo
Cerón, de la Unidad de Seguros de Petroecuador,
indicó que hasta el momento se ha pagado a
Ieconsa, la empresa contratista que hace la
remediación, 430 mil dólares. "Falta por
cancelar 130 mil más pero no se le entregará
hasta que los trabajos estén completos y la UPA
los apruebe".
Sin
embargo, los afectados no han recibido ningún
tipo de indemnización. A criterio de Mueses, la
aseguradora les niegan el pago aduciendo que la
cobertura del SOTE no incluye atentados.
Por su
parte, Cerón afirmó que la póliza de seguros
de Petroecuador, de 16 millones de dólares con
Panamericana, incluye todas las contingencias en
las instalaciones de Petroecuador.
"El
seguro cubre daños a terceros, todos los
reclamos se hacen por la vía judicial cuando el
valor que exigen es mayor que el real".
Este
Diario intentó conseguir la versión de
Panamericana. Por tres ocasiones pidió cita con
Jaime Santa Cruz y Ricardo Villagómez,
funcionarios de la compañía, pero solo
ofrecieron devolver la llamada.
Este no
es el primer derrame en Chiriboga, el 6 de
febrero se escaparon 6 500 barriles de crudo al río.
A Vlastimil Zak, curador del Herbario de la
Universidad San Francisco y propietario de la
Reserva Río Guajalito, le preocupa más la
construcción del nuevo oleoducto. "Esto es
una bomba de tiempo porque además está el
poliducto que ya se ha roto antes".
Jaime
Pulla
MORADOR
AFECTADO
'Quiero
recuperar lo perdido'
No sé a
quién acudir, he gastado 50 millones de sucres
en abogados y la Compañía Panamericana de
Seguros no me toma en cuenta.
Ellos
quieren una sentencia de un juez para pagarme el
daño que causaron en mi finca cuando el desastre
fue evidente, público y notorio. Mis piscinas de
truchas sirvieron para frenar el avance del crudo
derramado que venía como una marejada por el río.
En las
labores de limpieza destruyeron la piscina más
grande. Vivo de mi trabajo y ya no tengo cómo
seguir. Hace un mes vendí mi carro para
subsistir y debo viajar en bus dos veces por
semana. En Petroecuador me dicen que me arregle
con la Aseguradora, ya no sé a quién reclamar.
No pido
que me den grandes cantidades, solo quiero que
reconozcan lo que perdí con el derrame del 16 de
noviembre del 99. No sé cómo el resto de
afectados reclaman si no tienen recursos. Estaba
entregando 1 500 a 2 000 kilos de trucha
semanales, me iba bien y ahora apenas tengo para
comer.
Antes
tenía 300 cabezas de ganado Brahama rematadas de
la hacienda de Hugo Reyes y las vendí para poner
las truchas porque es más rentable. Hace un mes
sembré 3 000 truchas en la piscina de concreto
para ver cómo resulta, pero antes tuve que
desaguarla por dos meses. En las otras no puedo
hacer nada porque al cavar aún brota aceite.
El daño
también está en los canales. Con algunos técnicos
de la Universidad Central hicimos los análisis y
me dijeron que siguen contaminados. Busco quién
me compre las 450 hectáreas, que tengo desde
hace 30 años, porque no quiero arriesgarme a
invertir otra vez y quedarme en la calle sin el
sustento para mis cinco hijos. Para sembrar
nuevamente las truchas necesito por lo menos 20
mil dólares.
Ecología
· La elaboración del "Libro Rojo" del
país tardó dos años y medio
120
mamíferos están amenazados
La
evaluación sobre el estado de estas especies no
es alentadora. Al menos un 32,5 está en peligro
de extinción. La publicación es una alerta.
El
Ecuador tiene por primera vez un libro rojo. La
publicación incluye una lista de 120 especies de
mamíferos amenazados y se lo utiliza como un
instrumento de conservación, pues les sirve a
las autoridades para tomar decisiones en este
campo.
La
primera publicación de este tipo se hizo hace más
de 20 años por iniciativa de la Unión Mundial
par la Naturaleza, UICN.
El
"Libro Rojo de los Mamíferos del Ecuador"
se presentó el 17 de diciembre. Ofrece información
detallada y actualizada sobre el estado de
conservación de 120 especies de mamíferos
ecuatorianos, agrupados en seis categorías:
extintos, en peligro crítico, en peligro,
vulnerables, casi amenazado y datos insuficientes.
Los
animales se presentan en una lámina con los
datos básicos como el nombre científico, la
distribución en el país, la situación actual,
las principales amenazas, las medidas de
conservación tomadas y las propuestas. De 100
especies existen coloridos dibujos realizados por
Verenice Benítez, Isadora Benítez y Guido
Chaves.
Según
Diego Tirira, editor del libro, cada lámina es
un proyecto de conservación resumido y
constituye el primer aporte para hacer en el
futuro un estudio más amplio.
La
evaluación del estado de los mamíferos no es
alentadora. Si se considera que el número total
de mamíferos del país es de 369, los incluidos
en este libro corresponden al 32,5 por ciento.
De los
trece órdenes de mamíferos del país -según la
clasificación general- nueve contienen especies
amenazadas o extintas y cuatro acumulan el 77,6
por ciento. Estos grupos son de los roedores (Rodentia),
carnívoros (Carnivora), cetáceos, y los murciélagos
(Chiroptera).
Los
primeros registros de especies extintas en el país
son alarmantes. A cuatro ratones (tres endémicos
de Galápagos y un ratón de la Sierra) y a un
venado andino nunca más se los podrá observar,
porque ya no existen más.
Los
ratones de Galápagos desaparecieron de la Tierra.
43 especies se encuentran amenazadas. De estas,
20 corresponden a las categorías de peligro crítico
y "en peligro" y las casi amenazadas
son 22.
La
elaboración del libro tomó dos años de trabajo
y estuvo a cargo del Simbioe (Corporación-Sociedad
para la Investigación y Monitoreo de la
Biodiversidad Ecuatoriana) y EcoCiencia. Doce
investigadores participaron directamente y más
de 40 personas de forma indirecta.
Tirira
señala que "no es un motivo de orgullo
tener un libro rojo porque trata de las especies
extintas o en grave peligro. Es como hacer un álbum
con las fotos de los familiares fallecidos".
Para
Yolanda Kakabadse, presidenta mundial de la UICN,
la publicación debe llegar a quienes no son
ambientalistas. "Los alcaldes, prefectos y
todos quienes toman decisiones... Por ejemplo, en
la construcción del nuevo oleoducto deben tomar
en cuenta a las especies vulnerables y sus hábitats".
El costo
del proyecto asciende a 20 mil dólares y se
produjo con el aporte del Proyecto Petramaz, la
Embajada de los Países Bajos, The Nature
Conservancy, Wildlife Conservation Society,
Bioparques y el Ecorae. Cuenta con el aval del
Ministerio del Ambiente y la UICN. El próximo
libro rojo, que saldrá posiblemente en febrero,
es sobre las aves amenazadas.
Un
trabajo minucioso
Para
hacer los 100 dibujos de los animales, los
ilustradores primero buscaron los registros.
Luego se examinaron fotos y dibujos previos para
lograr una idea.
"Lo
más difícil fue sentarse a dibujar cada animal.
En el armadillo me demoré 15 horas y en la
raposa ocho. Incluir cada detalle, como las
escamas del armadillo, fue un trabajo largo",
cuenta Verenice Benítez, una de las artistas que
pintó estos animales.
Para
lograr mayor fidelidad en sus dibujos, los tres
dibujantes revisaron cientos de pieles y animales
embalsamados del Museo Ecuatoriano de Ciencias
Naturales. Una de las complicaciones fueron las
formas de los mamíferos, pues con los animales
disecados estas se pierden. Tres biólogos
corrigieron los bosquejos de los dibujos para que
no se excluyan detalles importantes como el número
de dedos o la proporción de las patas.
Las
ilustraciones están a la venta y el 50 por
ciento servirá para financiar el próximo libro
rojo. Los dibujos del oso de anteojos, la nutria
gigante o la raposa se vendieron apenas se
inauguró la muestra, el lunes 17. En enero se
espera presentar esta misma muestra junto con las
de las aves en Guayaquil.
Los
textos de la próxima publicación están
adelantados en un 90 por ciento y las
ilustraciones están listas. La publicación
tendrá 400 páginas y solo falta el
financiamiento.
Quito
* Ayer por Navidad
Los
parques se llenaron de juguetes
La
ciudad se despertó perezosa. Pero no solo las
calles y avenidas estaban desoladas, sin el trajín
de quienes madrugan a trabajar o estudiar. También
el cielo quiteño se mostraba gris e, inclusive,
en algunos sitios llovió un poco.
Uno que
otro vehículo circulaba por la avenida 6 de
Diciembre. Algunos conductores reflejaban en su
rostro las huellas de una mala noche. Las tiendas,
como es usual, no abrieron durante todo el día.
Las que sí, comenzaron la atención al público,
desde las 08:30, aproximadamente.
Los
buses, hasta las 07:30, pasaban esporádicamente
por la avenida de Los Shyris. Ante esto, muchas
personas que debían ir a sus trabajos optaron
por caminar algunas cuadras. Sin embargo,
mientras las horas pasaban y las resacas y malas
noches se acaban, más personas y vehículos se
veían en las calles.
También
los vendedores informales salieron a trabajar,
como aquellos de los dos puestos de "jugo de
sábila" o el puesto de caramelos, ubicados
en las avenidas Coruña y Colón.
A partir
de las 10:30, el parque La Carolina se fue
llenando con infantiles ocupantes: las niñas y
niños con sus bicicletas, patinetas, vehículos
pequeños a motor, patines o los recién llegados
"skooters" nuevos daba vueltas por esta
área verde de la ciudad.
Suceso
* En dos días acabó con su familia
La
ambición transformó a Hernández en parricida
Luis
Hernández, su esposa Rosa Ochoa y su hijo Luis,
fueron asesinados entre el 6 y 7 de septiembre en
La Tola. El hecho fue descubierto tres meses
después.
N o medí
las consecuencias de mis actos". Esa fue la
escueta respuesta que el hombre que asesinó a su
padre, madre y hermano dio el 9 de diciembre a la
Policía. Por ello, a Marco Antonio Hernández
Ochoa los investigadores lo llaman parricida, y
la gente de La Tola "sicópata, ambicioso...
". "¿Qué más se puede pensar de un
hombre que acaba con su familia?", dice una
vecina del barrio ubicado en el centro histórico.
Se
presume que el resentimiento contra su familia
empezó después que sus padres rechazaron la
idea de que se casara con una mujer mayor a él
con 18 años. Pese a la oposición de sus
parientes, el 20 de junio del 2000 contrajo
matrimonio civil con Matilde Rodríguez Carpio,
de 41 años, con quien el 8 de julio formalizó
el compromiso eclesiástico.
Un día
antes de la boda eclesiástica, Hernández le
dijo a su esposa que sus padres no estarían con
ellos, porque murieron en un accidente de tránsito
en Ibarra. La mujer le creyó y quiso suspender
inmediatamente el casamiento, pero él se opuso
porque "todo estaba listo para celebrar el
compromiso".
Ese dato
era el primer indicio de que Hernández estaba
planeando deshacerse de sus padres. Sobre todo,
cuando en agosto supo que don Luis Hernández Yépez
y Rosa Ochoa Abad iban a vender la casa 27, del
pasaje Mosquera, ubicada en La Tola Baja.
Héctor
Chalá Jaramillo, uno de los autores materiales
del crimen, declaró ante la Policía Judicial
que Hernández le contó que su familia quería
desheredarlo y que incluso lo echaron a la calle.
"Me dijo que me pagaría 150 millones para
que mate al que quiera adueñarse de su casa...".
Pero el
acusado dice que no hubo un plan y que "los
hechos solo se dieron por la ambición de
quedarme con los electrodomésticos".
El día
esperado llegó el 6 de septiembre, cuando Chalá
y Patricio Villamar -el tercer involucrado en el
crimen- ingresaron por la terraza para esperar
que Hernández llegara con su hermano Luis.
A las 18:30,
Luis y Marco entraron por la puerta principal.
Fueron sorprendidos por los dos cómplices que
intimidaron a Luis Oswaldo con un cuchillo y le
ataron los pies y las manos. Lo llevaron al
tercer piso del viejo inmueble, donde le
golpearon con un tubo galvanizado en la cabeza
hasta matarlo.
El
amanecer del jueves 7 de septiembre sorprendió a
los tres asesinos bebiendo licor. Como anzuelo,
el joven, que se ganaba la vida conduciendo una
buseta, le dijo a don Luis que su hermano estaba
enfermo en la casa de La Tola. La segunda víctima
llegó entre las 10:00 y 10:30; segundos después,
los hombres lo amenazaron con cuchillos, lo
amarraron con el cable de una plancha y un cordón
de cortina. Lo llevaron al segundo piso, donde lo
estrangularon. Los tres sujetos se quedaron en
silencio dentro de la casa y esperaron durante
seis horas a Rosa Ochoa, a quien asesinaron ahorcándola
con una bufanda que llevaba puesta. Antes de
morir le preguntó a su hijo "por qué me
haces esto".
De
inmediato, Marco Hernández le pagó 400 dólares
a Chalá y 320 a Villamar por su trabajo. Al día
siguiente cavó un orificio en la cocina; en un
hueco de un 1,50 m de profundidad, enterró con
sus propias manos a su hermano, madre y padre.
Desde
ese día, el joven que hoy está detenido en el
ex Penal García Moreno le dijo a su familia y a
sus amigos que sus padres tenían problemas
conyugales y que se fueron a Estados Unidos con
su hermano.
Esa
historia le contó a Alberto Naranjo Gordón, el
futuro propietario de la casa, quien le entregó
un automóvil Chevrolet, color turquesa, que
compraron juntos en Autocomercio Las Focas. El
resto del dinero le entregaría una vez firmada
la escritura.
En
noviembre, el nuevo propietario empezó a
acondicionar la vivienda donde los Hernández
vivieron durante nueve años.
El 9 de
diciembre, cuando Marco iba a dejar la casa de
sus suegros recibió una llamada inesperada. Era
la señora Magdalena de Naranjo, quien le pidió
que vaya a La Tola, porque el arquitecto
encargado de la remodelación de la vivienda quería
hablarle.
Al
entrar a la casa, Marco se topó con una gran
sorpresa: la tumba había sido completamente
descubierta por los albañiles, quienes querían
cambiar el piso de la cocina. Días antes, los
obreros creyeron que algo andaba mal en las cañerías
y empezaron a cavar en busca del daño, en medio
de un olor nauseabundo que despedían los cuerpos.
Al
encontrar los cadáveres llamaron a los dueños
de la vivienda que, a su vez, informaron lo
ocurrido a la Policía. Los investigadores
detuvieron a Marco Hernández Ochoa acusándolo
de parricidio.
Las
conclusiones de la investigación
Un
crimen premeditado * Según la Policía,
Marco Henández Ochoa tiene participación
directa como autor intelectual en los asesinatos
de Luis Oswaldo Hernández Yépez, Rosa Etelvina
Ochoa Abad y Luis Oswaldo Hernández Ochoa,
ocurridos el 6 y 7 de septiembre del 2000. Marco
Hernández premeditó la muerte de sus padres y
hermano en el mes de julio del 2000, al anticipar
a su esposa Matilde Sofía Rodríguez que ellos
fallecieron en un accidente de tránsito el 7 de
julio del 2000, en Ibarra.
Los cómplices
son otra prueba * El chofer de 23 años
planificó los asesinatos al contratar a los
delincuentes Héctor Chalá Jaramillo y Carlos
Patricio Villamar Villavicencio. El primero está
detenido, mientras el segundo es buscado por la
Policía Judicial. A los dos los condujo hasta el
inmueble 27, del pasaje Mosquera, barrio La Tola,
que fue el lugar escogido para el crimen. Chalá
tiene participación directa por su propia
declaración rendida ante el fiscal de turno y
porque esperaba de Hernández dos mil dólares de
pago, pero solo recibió 400.
El
asesinato fue con saña y alevosía * Marco
Antonio Hernández Ochoa tuvo participación
directa porque consumó el asesinato de sus
padres y hermano "con saña y alevosía",
para lo cual logró engañarlos con el fin de
llevarlos hasta el interior del inmueble 27 del
pasaje Mosquera. Además, trató de ocultar el
triple asesinato y sepultó los cadáveres en una
fosa cavada en el piso del cuarto de cocina de la
misma casa. Luego, cubrió los cuerpos con
material pétreo y cemento.
Odios
y resentimientos de por medio * Se ha
establecido que el motivo que llevó a Marco Hernádez
a terminar con la vida de sus padres y hermano
fue la ambición de apropiarse de su dinero y
bienes. La razón: resentimientos, odio y
envidias que llegó a sentir por la familia. Por
la posición de los cuerpos y las características
post mortem observadas en los cadáveres se
establece que la fosa fue cavada con la única
finalidad de ocultar a las víctimas.
Murieron
por estrangulación y asfixia * De acuerdo al
protocolo de la autopsia legal practicado por los
forenses de la Policía a los cadáveres se
concluye que Luis Oswaldo Hernández Yépez
falleció "víctima de asfixia mixta, por
sofocación y estrangulación"; Luis Oswaldo
Hernández Ochoa murió por "hemorragia
cerebral y fractura craneal por el golpe de un
objeto contundente"; y Rosa Ochoa de Hernández
falleció por "asfixia mixta, sofocación (obturación
de vías espiratorias) y estrangulación".
|